Hasta hace algunos meses, el cuidado de la salud mental solía ser un tema que se mantenía en silencio, acompañado de miedos, vergüenza y prejuicios.
Entre el dolor por las pérdidas humanas, las afectaciones por la crisis económica, el temor, la incertidumbre y demás catástrofes que ha dejado la pandemia del Covid-19, la sociedad ha construido algo positivo: una mayor consciencia en su bienestar emocional.
Con la contingencia sanitaria, que ocasionó que más personas desarrollaran padecimientos emocionales y buscaran ayuda profesional, el cuidado de esta área de la salud se llevó a la discusión mundial de una forma nunca antes vista.
Han pasado tantas cosas al mismo tiempo que detonaron que se volteara a ver a la salud mental como algo muy necesario y básico.
Como nunca antes, se evidenció que la salud mental es un componente de la canasta básica de las familias que debiera estar al alcance de todos.
EFECTO PANDEMIA La pandemia trajo consigo transformaciones inéditas para todas las personas: un aislamiento prolongado, el distanciamiento social, cambios en las rutinas laborales y escolares, temores por la enfermedad y pérdidas de ingresos económicos. Todo eso afectó en la salud emocional de la población.Depresión, ansiedad, problemas para dormir, trastornos de la alimentación, consumo de alcohol y drogas, violencia familiar y suicidios, son problemáticas que se exacerbaron. Al inicio de la pandemia se intentó continuar como si nada hubiera ocurrido, debido a una cultura que exige una producción permanente y sin descanso.
PREJUICIO ROTO La necesidad de sentirse bien fue más fuerte que los prejuicios y no hubo otra alternativa más que buscar soluciones. Tanto personas que ya presentaban padecimientos emocionales desde antes de la pandemia, como quienes los desarrollaron en esta época, comenzaron a buscar atención psicológica. La demanda fue tanta que rebasó las agendas de los terapeutas. Mucha gente empezó a hablar de ir con el psicólogo y empezó a hablar de sus emociones. También se observó que más padres de familia empezaron a priorizar el bienestar emocional de sus hijos sobre el rendimiento académico. Y los sistemas escolares iniciaron a transformarse, dando preferencia a la atención emocional de los estudiantes.
El prejuicio principal que se ha roto es que buscar a un psicólogo o un psiquiatra era para casos extremos, para personas enfermas que realmente ya estaban en el límite de la situación.
LOS RETOS La huella que dejó la pandemia desde el punto de vista social, económico y en cada familia, quedó como consignado, impreso el valor de la salud mental. Esta contingencia sanitaria puso en evidencia la brecha que existe para el acceso a servicios de salud mental, derecho que debería estar al alcance de todos. Es necesario actuar desde todos los frentes para no volver a descuidar el bienestar emocional.
Es fundamental que el tema esté presente en las agendas políticas, en las instituciones educativas, en las empresas y, sobre todo, en la conciencia de cada individuo. El psicólogo tendría que convertirse en algo tan cercano como el médico familiar de la esquina de casa, al que acudes cuando te duele la cabeza.
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